miércoles, 8 de julio de 2015

UNA CRÓNICA CANINA

Fido y Sasha

Un amor incondicional 

A pesar de sus limitaciones son capaces de demostrar su sentir, eso me han enseñado Fido y Sasha durante más de seis años. La fortaleza ante una enfermedad inexplicable y el amor sin condición hacia sus dueños.

Por Jessenia Bautista Ponce

Tu llegada a casa cambió nuestras vidas por completo. Aún recuerdo aquel día jueves en el que llegaste a vivir con nosotros. Era una tarde de invierno del año 2007, y Graciela, una amiga que había trabajado con mi madre en su restaurante llegó a encargarnos un perro porque se iba de viaje. Era chiquito tenía hocico negro y pelaje blanco. Mi madre y yo aceptamos encantadas, después de todo solo se iba a quedar un mes con nosotros, así que tratamos de no encariñarnos mucho.
De tanta alegría nos olvidamos de pedir su nombre. Así que decidimos ponerle Sasha. Era tan adorable que causaba ternura con solo verlo. Mi madre que nunca antes había aceptado un perro en casa, porque decía que ensuciaban mucho con su pelaje, aceptó cuidarlo con la condición que solo sería un mes.
Al comienzo le costó adaptarse, no se acercaba a nosotros, tenía miedo. Estaba triste por sus antiguos dueños, seguro los extrañaba. Lloraba en las noches, hasta que poco a poco con el pasar de los días fue perdiendo el temor. Salíamos a comprar juntos,  jugábamos en el patio de la casa, montaba bicicleta y él iba corriendo atrás conmigo de esa manera fue perdiendo el miedo a estar con nosotros.
Pasó el mes y la señora no regreso por él. Nunca más la volvimos a ver. Desde entonces mi vida cambió y para bien. Con el poco tiempo que compartimos, aprendí a quererlo y a entender cada síntoma que mostraba cuando tiene sed, cuando está cansado, cuando esta triste , así que decidí adoptarlo, después de todo se había convertido en un integrante más de la familia.
Tenía que enseñarle nuevos hábitos, como no orinar en casa, no subirse al mueble, no morder mis cosas, no morder a las personas que venían a casa entre otros más. Me costó, pero aprendió.
Al poco tiempo llego Fido, un cachorrito de cinco meses. Yo salía del colegio y estaba llegando a casa, mi madre me dijo_ tengo una sorpresa para ti. Y vaya que fue así, toque la puerta y al abrir caminó hacia mí como quien me da la bienvenida, un bóxer blanquito, con manchas marrones, cola corta,  tenía una oreja hacia arriba y la otra abajo, un detalle que lo hacía ver gracioso. Sasha, estaba  celoso con su presencia. Hasta que comprendió que los queríamos a los dos por igual. Y comenzaron a ser amigos.
Sus travesuras me enseñaron a tener paciencia, más aún cuando se perdía mis zapatos y casi siempre lo encontraba en sus camas, recuerdo cuando destrozaron una sandalia que recién había comprado, tenía mucho brillo y me imaginé que eso llamó su atención para que lo agarraren como juguete.
Mi madre, una mujer de tez trigueña, cabello largo color negro, estatura media y contextura delgada, casi nunca estaba en casa debido a su trabajo,  no le agradaban los perros, pero estos animalitos cambiaron ese sentir que ella tenía. Los comenzó a querer y ellos le retribuían con amor. Ella sabía lo importante que era para mí la compañía de Fido y Sasha cuando estaba sola en casa.
El cariño de ambos me hizo entender el amor verdadero, porque siempre están ahí incondicionalmente tratando de protegerme. Cuando fui a comprar al mercado que está a unas cuadras de mi casa, un amigo se acercó y me agarro el hombro, mis perros se pusieron alerta y comenzaron a ladrar. Ellos siempre están cuidando que ningún extraño se acerque a nosotros, ni a la casa.  De esa manera nos recompensan todo lo que hacemos por ellos.

RAPTO AL PASO
En una tarde saqué a mis perros a la calle para que jueguen un rato, Fido desapareció, siempre lo hacía y hasta entonces nunca había pasado nada, pero esta vez no fue así. Fido no estaba por ningún lado, lo busque pregunte a los vecinos_ ¿han visto a mi perro? nadie sabía nada, me resigne a quedarme solo con Sasha, ya que nadie me daba razón.
Paso una semana y un par de días. Yo llegaba a casa del colegio, vi de lejos a un perro cerca a la puerta, me acerque rápido, aun guardaba la esperanza de encontrar a Fido, me emocione al verlo, era él tenía una soga atada a su cuello y estaba con la mirada desorientada.  Lo abrace fuerte, mientras me imaginaba lo que tuvo que hacer para escapar de las personas que se lo llevaron. Le quité la soga con mucho cuidado, porque le ajustaba y lo estaba lastimando.

UNA ENFERMEDAD
Con el paso del tiempo Fido cambió su aspecto, creció bastante, ya no era el mismo cachorrito. Creció tan grande que le paso a su compañero. En una tarde jugando con una botella de plástico en la sala de mi casa cerca a mi madre, Fido se desplomo, cayó al suelo asustándonos, cuando trató de levantarse nos asustamos más, estaba extraño no se pudo parar, no sabíamos que le pasaba. Lo llevamos al veterinario, solo le pusieron unas ampollas y nos dijeron que era alérgico.
De regreso a casa, seguía igual, teníamos la esperanza que esas ampollas hicieran efecto, pero nuestra esperanza fue desapareciendo con el pasar de los días. El ya no se levantaba de su cama, no podía caminar, estaba postrado en el colchón que le acomodamos en el patio. La pena me embargaba, se arrastraba porque las patas traseras no le respondían. Bajo de peso, ya que no podía comer como antes. Nosotros nunca cambiamos con él, lo tratábamos con el mismo amor de siempre.
Los meses pasaban y no se recuperaba, no encontraba explicación a su situación. ¿Qué le sucedió? Era la pregunta que siempre vagaba en mi cabeza. Lo veía sufrir, no sabía qué hacer para ayudarlo.
Habían pasado varios meses, y aún no había mejoras en su estado. En una conversación con mi madre me dijo_ Fido sufre mucho, hemos ido a que lo revisen y no ha mejorado en nada, será mejor que lo inyectemos; yo no quería pero ella tenía razón, así que le di mi aprobación. Tratamos de hacerlo pero no pudimos. Recordamos todos los momentos a su lado y me conmovió verlo ahora así.
Lo llevamos a otro veterinario y le pusieron un par de ampollas más, teníamos que volver a llevarlo para las otras dosis. Le hablábamos_ pon de tu parte, no te asustes, tranquilo que no dejaremos que nada malo te pase. Desde entonces comprendí que los animales son más inteligentes de lo que uno se imagina. Y si pudo aprender las reglas de no orinar en casa y a dar la pata, también podía comprender lo que le decía.
Comenzó a mejorar poco a poco. Mis vecinos y amigos me preguntaban por él_ Donde está tu perrito ¿ha muerto? ¿Por qué Sasha esta solo? Eran las mismas preguntas de siempre.
No quería que lo vean así, hasta que logre estar mejor. Fido reaccionó bien y a pesar que dudábamos  de su mejora, contra todo pronóstico demostró que quiso seguir viviendo. Fue una gran lucha y nos enseñó la gran fortaleza que guardaba dentro. Puede que no tenga la posibilidad de expresar verbalmente su dolor, su alegría, su tristeza, su malestar, pero siempre nos demuestra lo mucho que nos ama.

MEJOR AMIGO
Lleva seis años con nosotros, y Sasha un año más, nos hemos compenetrado tanto que ya sabemos los gustos de cada uno. Ahora entiendo eso de mejor amigo del hombre, y sí que lo es, cuando me toca amanecerme haciendo un trabajo y todos se van a dormir, Fido se queda a mi lado esperando que apague la computadora y vaya a mi cuarto.

Cuando estoy triste, ellos lo sienten y se acercan a mi buscando una caricia, cuando hacen algo malo lo reconocen y no salen de su cama hasta que nosotros le decimos lo contrario, son unos verdaderos amigos porque te puedes desahogar con ellos y nunca le dirán nada a nadie, pero si te entienden. El amor que te demuestran es realmente incondicional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario